sábado, 10 de marzo de 2012

La portada de El Códice Negro
Santos Justo y Pastor de Son

La portada, en blanco y negro, está basada en una fotografía, sobre la que después vino el trabajo de interpretación artística del ilustrador. Esta foto es del campanario de la iglesia románica del pueblo de Son, Son del Pi como se le conocía antiguamente, en Esterri d'Aneu, en los valles de Aneu, en la comarca de Pallarés Sobirá, en pleno Pirineo de Lleida.

Esta iglesia está dedicada a los Santos Justo y Pastor fue construida entre los siglos XI y XII, aunque hay fuentes que le dan una datación anterior. Formó parte de un conjunto fortificado del que conserva una torre de espaldas al campanario, el cual está construido en base a cuatro cuerpos separados por arquillos ciegos y bandas en esquinilla, con vanos de medio punto abriéndose en cada uno de ellos, al estilo del resto de las iglesias del Valle del Boí.

En su interior tiene una curiosa mezcla de estilos, pues su constricción está realizada en un sobrio lombardo, mientras que en su interior se conservan una pila bautismal por inmersión prerrománica, otra pila de estilo ya si románico de constitución circular; y en contraposición a lo anterior en el altar mayor se disfruta de un retablo glótico del siglo XV.

En el desarrollo de El Códice Negro, las trepidantes aventuras del conde Wifredo le llevan desde su Berga natal, hasta la lejana aldea de Son en los dominios de los señores de Urgell, siguiendo la pista al secreto de Leodovico.


Información sobre la imagen:
Tomada en Son el 21 de noviembre de 2005
Cámara Pentax, longitud focal de 35mm – f 2.6 – 1/200seg – 0.00ev No ha tenido ningún tipo de procesado de la imagen, para que pueda contrastar la diferencia con la que figura en la portada la novela.



jueves, 8 de marzo de 2012

El Reino de Toledo
El mítico sueño de la reinstauración

En los primeros tiempos de la Reconquista aún se recordaba el viejo Reino de Toledo de la monarquía visigoda. Navarros, leoneses, condados catalanes y más tarde castellanos y aragoneses, lo recordaban como su origen, y el objetivo a conseguir, su restauración.

Este fin estuvo en la mente de todos los señores de la época, desde los iniciales resistentes en Covadonga, hasta en el lecho de muerte de Sancho III. Todos los monarcas, ya fueran de León, Navarra o Castilla, cuando conseguían que se les reconociera con Imperator o Regis Magnus ponían su ojo en Toledo, como símbolo que tras su conquista uniría de forma definitiva a todos los territorios bajo su gobierno. Ninguno lo consiguió.

Desde los Condados Catalanes en raras ocasiones se tuvo esta pretensión, dada su escasa fuerza militar, lo que limitaba su poder de penetración en el territorio peninsular poco más allá de lo que eran los fines estrictamente defensivos. Aunque eso sí, los abades de Santa Maria de Ripoll por su relevancia en la cristiandad hispánica formaban parte de los que confirmaban a otros soberanos como Imperator o Regis Magnus.

Por su parte, el Reino de Aragón en sus inicios tampoco mostraro mucho interés por la restauración del viejo Reino de Toledo. Encajonado como estaba entre Navarra, los Condados y los territorios de los mahometanos, bastante logro fue subsistir, para más tarde formar la Corona de Aragón. A ésta tampoco le entusiasmo la idea y de dedicó a su expansión por el Mediterráneo, hasta el siglo XV.

La toma de Toledo llegó de la mano del rey Alfonso VI de León, el 25 de mayo de 1085, pero esto no supuso de la culminación del anhelo de restaurar el Reino de Toledo, pues en aquel momento este rey también lo era de Castilla, pero a su muerte ambos reinos se volvieron a separar. Toledo no fue la culminación de nada, sino el inicio de años de disputas, de conquistas y de arrebatamientos, ya que la ciudad fuere tomada en sucesivas ocasiones por los reyes de León y por los reyes de Castilla, hasta que Fernando III la incorporó de forma definitiva a esta última.

El Nuevo Reino de Toledo sentó sus bases de la mano de Juan II de Aragón, quien siendo ya dueño y señor de buen parte del Mediterráneo viró su política hacia el interior peninsular. Desposado con Blanca de Navarra y emparentado con los reyes de Castilla, su hijo Fernando, el que sería Fernando II de Aragón, casase con Isabel, la que sería Isabel I de Castilla. Y con ello en 1516 Fernando era rey de la Corona de Aragón, rey de Castilla y rey del Reino de Navarra. 805 años después de la anhelada reinstauración del viejo Reino de Toledo, todo el territorio de aquel se encontraba unificado nuevamente bajo el mando de un solo rey, ya no visigodo sino aragonés.


Información de la foto:

Se trata del Puente de San Martin sobre el Tajo, en Toledo, que finaliza en su lateral izquierdo con una panorámica de la muralla de la cuidad coronada con por el monasterio de San Juan de los Reyes, tomada el 25 de marzo de 2012 a las 15:43h.

En cuanto a los datos técnicos de la toma, ésta fue realizada con una cámara Olympus XZ-1, con el objetivo en 28mm, a una velocidad de 1/250 y f8.0, a ISO 500 y grabada en RAW. Posteriormente fue tratada con el programa de gestión fotográfica Olympus Viewer 2 y una vez conseguido aspecto deseado revelada a JPG.



miércoles, 7 de marzo de 2012

Leodovico. El juglar ultramontano

Leodovico es un tipo delgado y desgarbado al tiempo de aspecto fuerte, algo más alto de lo habitual para lo que es normal en la zona, de larga cabellara castaña y de rostro despoblado. Tiene aspecto del norte, tal vez normando o bávaro y halo, “frio”, de pertenecer a otro tiempo y otro lugar. A su llegada a la comarca sus ropas son poco más que harapos sucios, y sus pertenencias tan solo un laúd.

Llega a Berga como un juglar itinerante, reuniendo a los lugareños en torno a sus historias para conseguir alguna moneda o algo de comida a cambio de sus cantes y gestas de lejanos lugares e importantes señores, o de sus artes como malabarista y saltimbanqui. Su presencia llega a oídos del conde Wifredo, quien envía a varios de sus hombres para que lo lleven a su presencia, al castillo.

El juglar acepta a regañadientes, pues con él ese tipo de invitaciones no suelen ser habituales, pero tal vez su suerte esté cambiando y por fin pueda tener un señor que le de sustento a cambio de entretenimiento. Al llegar eso es lo primero que recibe algo de comer, a la espera de ser llamado por el señor del condado.

Wifredo no tarda mucho en mostrar su aburrimiento con lo cotidiano y querer noticias de lugares lejanos, las historias que debe saber un juglar, por lo que este comienza con lo que considera debe querer oír el conde. Historias de reyes y sus cortes, de nobles admirados, e incluso se lanza a recitar algún que otro verso. Pero el conde indica que no es eso lo que quiere, necesita historias de héroes.

Leodovico recurre entonces a la historias épicas, los cantares de gesta, las leyendas… caballeros valeros en la batalla, malvados crueles hasta el extremo, ante el ansia de más por parte del conde, esas otras historias si le gustan, y hacia tiempo no las oía contar tan bien como lo hacían los profesionales.

Pero esto dudará poco, con la incursión sarracena en la frontera de Berga el conde debe marchar con sus tropas en su defensa, y Leodovico quedará en el castillo con una pequeña guarnición, Fray Segundo y doña Agnès, la esposa del conde que se siente interesada por la novedad, y por la que deberá ir en misión de urgencia, enviado por el fraile, al monasterio de Santa Maria de Ripoll, donde conocerá al Oliba.

A la vuelta de la campaña en la frontera, Wifredo tendrá en su cabeza una duda: La Bocal Mundo. Que le será resuelta y desechada por Leodovico, que es conocedor de un secreto, mucho más importante y relevante, que marcará el futuro del juglar, de Wifredo y de toda la región.



domingo, 4 de marzo de 2012

La Judería de Besalú. El Call de l’Garrotxa

Besalú es otra ciudad con un barrio judío, o Call, bien conservado. Éste discurre por un costado la ciudad hacía puente, quedando según se va a hacia éste a la izquierda del rio que le sirva de limite por la derecha.

La presencia de judíos se remonta a mediados del siglo IX, aunque no es hasta media del siglo XIII cuando se puede considerar que existe un barrio como tal, pues es en esta época cuando se consigue documentar una sinagoga en la ciudad de Besalú, de la que a día de hoy se conservan vestigios arqueológicos. Constituyendo formalmente el barrio como tal, debido a la construcción de viviendas en torno a ella.

Además de los restos de la sinagoga, en la ciudad se conserva el clásico entramado de calles estrechas y serpenteantes que caracterizan su distribución urbana, también el denominado Miqvé, edificio-estancia dedicado a baños de purificación por diversas circunstancias o por determinados rituales, que se encuentra en un buen estado de conservación. Como sucede en muchas ocasiones, su hallazgo se debió a una casualidad mientras se realizar tareas de mantenimiento en el terreno que se encontraba sobre él, siendo hasta entonces desconocido.

El Call, o barrio judío cerrado entorno a la sinagoga, no existió en Besalú hasta mediados del siglo XV. Previo a su delimitación buena parte de la población judía se marchó a zonas de la costa. Una vez constituido quedó una situación más o menos estable hasta que años más tarde se decreto por los Reyes Católicos su expulsión definitiva de la Península.

En El Códice Negro no aparece de forma directa el Call de Besalú, ya que la historia transcurre principalmente en Berga y Girona. En la primera el administrador del señor feudal es un judío, dada la falta de instrucción en letras y números del conde, además de su falta de interés por los mismos. Mientras que en caso de Girona, una parte de la investigación de Raquel Imbernón discurre por su judería.

Pese a ello, dada la importancia histórico-artística de la Judería de Besalú y con la excusa de que uno de los personajes principales de El Códice Negro es Guillermo, conde de esta ciudad, se incluye esta reseña.

Más datos sobre la cultura judaica en Besalú:



sábado, 3 de marzo de 2012

De Trovadores y Juglares
Los cantautores y roqueros del Medievo

Con los trovadores y los juglares lo más habitual que se suele hacer el confundirlos, cuando son “profesiones” bastante diferentes.

Los juglares: Aparecen en Europa entorno al siglo X, son una mezcla de cantantes, músicos, saltimbanquis, malabaristas y contadores de historias y leyendas. Suelen ser ambulantes, aunque a veces se establecen en la corte o al amparo de algún señor feudal. Son de estrato social humilde, y en consecuencia autodidactas, alfabetos y se expresan en la lengua del pueblo. En ocasiones el juglar está más próximo al bufón que al artista. Aunque con el paso de los siglos los juglares van creciendo en su oficio, y en el siglo XIV ya en poco se diferencian de los trovadores, más allá de su itinerantica y ser de origen plebeyo. Para el siglo XV ya está en vías de extinción.

Los trovadores: Empiezan a aparecer a finales de siglo XI, aunque su momento de mayor esplendor fue durante el siglo XII y principios de XIII. En el siglo XIV ya estaban en franca retirada. A diferencia de los juglares son personas instruidas, pertenecen a la nobleza, escriben sus propios textos, empleando para ello el latín, e incluso crean estilos de poesía y de cante. Los trovadores no cuentan leyendas, ni tampoco hacen malabares, sino que escriben poesía y canciones con intención de sátira social, conquista amorosa, o crítica política, por lo que con esas temáticas se ganan muchas enemistades y necesitan una buena posición para no ser eliminados.

En El Códice Negro aparece Leodovico, un juglar, ya que cronológicamente no podía ser un trovador, primeros del siglo XI, aunque el autor se toma la licencia de poner a aquellos en boca de éste, pues ante la insistencia de doña Agnès de que le cuente historias galantes y le recite poesía, Leodovico le insiste en que él es un juglar y no un trovador, pues estos son quienes dominan tales artes, y en todo caso, aunque las conociera no las podría emplear, ya que le crearían una serie de enemigos de los que, por su posición, no se podría defender. No ocurre esto con Wifredo que quiere oír historias de batallas y leyendas de hazañas épicas, amenizadas con un poco de música para enfatizarlas. Como se comenta al principio, Leodovico es un personaje ambulante, errático, que, por circunstancias, está pasando unos días acogido por el señor de la comarca.



martes, 28 de febrero de 2012

La Boca del Mundo. El panteón donde reposan los reyes de Aragón

El monasterio de San Juan de la Peña situado en Santa Cruz de la Serós, en la provincia de Huesca y próximo Jaca, fue durante cinco siglos el lugar de enterramiento de los reyes de Aragón, desde que Sancho Ramírez lo eligió como lugar para su eterno descanso, en el siglo XI.

La denominación del Boca del Mundo la recibe en un pasaje de Miguel de Unamuno, en referencia a la hendidura en la roca en la que se encuentra incrustado del cenobio primitivo. Un corte cuasi descomunal en una montaña de roca pelada, que parece estar aguantado para evitar su derrumbe por los muros traseros frente a los que está el claustro, avanzando en lo alto el peñasco sobre los techos de la construcción. Tanto es así, este estar metido en la roca, que parte de sus estancias son curva excavada en ella, y otra parte está en riesgo permanente de desprendimiento, como es la zona de patio donde se encuentran, a modo de nichos, las lapidas con las inscripciones de los monarcas que allí reposan.

El monasterio de San Juan de la Peña, inicialmente ermita de San Juan Bautista, y regentado por monjes benedictinos, aparece en El Códice de Negro por ser el lugar donde se custodiaba el Cáliz de la Última Cena, el Santo Grial, que, conforme avanzaba la reconquista, pasó a Zaragoza y finalmente hasta donde hoy se dice conservado, la catedral de Valencia.

Wifredo tiene conocimiento de su existencia cuando un sarraceno, temeroso de perder la vida a manos de aquel tras una batalla, decide revelarle el secreto. El conde de Berga, que era sabedor del valor de la reliquia, desconocía la ubicación de La Boca del Mundo, lugar indicado por el infiel.

De vuelta al castillo, el conde se reúne con Leodovico y le comenta la existencia del Grial en un lugar con esa denominación tan curiosa, para ver si el juglar, que es hombre de mundo, supiera donde se encuentra. Éste lo sabe y se lo dice, pero la advierte que debe olvidar esa empresa, pues San Juan de la Peña y su reliquia se encuentran protegidos por los piadosos y al tiempo temidos Caballeros de Loarre. Famosos por no hacer prisioneros entre quienes se acercan a San Juan con otras intenciones que no sean las de un peregrino.

Tras la explicación de Leodovico sobre los métodos de batalla de los de Loarre, y dejarle de bien de manifiesto que nunca han perdido combate alguno, Wilfredo desiste de la idea de hacerse con el Cáliz.

Información de la imagen:
Tomada en San Juan de la Peña el 19 de agosto de 2007, desde la capilla principal del monasterio, hacia el patio de su característico y conocido claustro, que puede apreciarse al fondo de la imagen, a través de la puerta.
Cámara Canon EOS a 28mm – 1/30seg – f 3.5 – ISO 200 – 0.0ev
Procesada con PaintShop Pro X4 (14)



Efectivos de policía han estado interrogando a Raquel Imbernón

Tras las declaraciones de la señora Raquel Imbernón desmintiendo su implicación en el robo del desaparecido Códice Calixtinus, efectivos de policía se han personado en su domicilio para recabar información.

Según ha podido saber este medio, los efectivos, procedentes de La Coruña, han estado indagando sobre el conocimiento que la Sra. Imbernón pudiera tener el códice robado, aunque nada ha transcendido de lo indicado por ella, al estar decretado el secreto judicial de la investigación.

Así mismo la policía ha recabado información sobre El Códice Negro, pues aunque, en un principio, no afecta al caso, al tratarse de un códice también de incalculable valor, que se supone en paradero desconocido tras la intervención de Raquel, existiría, según los indicios que desprendan de esta primera toma de contacto, la posibilidad de que se pudiera abrir una investigación especifica al respecto.

Aunque según fuentes jurídicas consultadas, esta última hipótesis no deja de ser más que eso, una hipótesis, ya que hasta ahora nadie ha denunciado la desaparición, en ningún momento, de El Códice Negro, y tan solo existen las declaraciones a los medios de la Sra. Imbernón sobre su sustracción.





Nota. Esta entrada es ficción, Raquel Imbernón es un personaje de El Códice Negro.