viernes, 8 de enero de 2021

Mis 3 primeros libros de lectura (II)

...y continuando con esta historia, vamos a por el segundo de mis 3 primeros libros de lectura:

El primero de los primeros tres libros.
El tercero de los primeros tres libros.


Ivanhoe de Walter Scott

Al igual que con el primero, poco se puede contar sobre este libro, pues de él todo es conocido, y quien no lo ha disfrutado en papel, lo ha visto en la televisión. Así que hasta aquí la obra de Sir Walter Scott, ya que el objeto de este texto no es ella sino como la conocí.

Ivanhoe, o más bien “Ivanoe” que no siempre hemos sabido inglés para decir “Aivanjau”. El caso, que el hijo del señor Scott y yo, nos conocimos al año siguiente, del desastroso encuentro con la “criatura” de Henryk Sienkiewicz. ¡¡¡¡No tenía ni un solo dibujo en su interior!!! Sólo letras y letras y más letras, vaya un desperdicio de papel… pensé entonces.

En segundo de EGB el maestro había cambiado, era un hombre con más años que el anterior, y con una barba blanca que le daba una falsa pinta de venerable ancianito. Pese a estos cambios, las intenciones del claustro parecían no haber cambiado: por lo menos un libro al año. Así que un día de invierno, lo recuerdo porque tenía un anorak azulón y rojo de estreno, repetimos el camino a aquel sitio al que no se podía ir, salvo cuando se hacía alguna picia y se tenían que rendir cuentas.

De nuevo las pilas de libros sobre las mesas, en aquella sala con el característico olor de la sabiduría, o por lo menos de los que la guardan en su interior. De nuevo esa sensación de irrealidad, estábamos allí sin haber roto los cristales de alguna ventana, ni por haber mordido a nadie o haberle dejado un hueco despoblado en la sesera. Nos habían llevado para ¡¡¡dejarnos otro libro!!!

En esta ocasión, lo que me llamó la atención fue, como no, la imagen de la portada: un torneo medieval. ¡¡Guau!! Y una cosa rara ¿por qué habrían puesto esa “h” en medio sino servía para nada? Aunque pese a ello, estaba bien, le daba un toque exótico al título: Ivanoe.

Al llegar a mi casa y verme con aquel tocho “¿...qué traes? ¡Ivanjoe!”. ¿Ivanjoe?, pensé, ¿Qué Ivanjoe, sino hay “j”? A lo que respondí “No, Ivanoe, que lleva una “h” y no se lee”.