El monasterio de San Juan de la Peña situado en Santa Cruz de la Serós, en la provincia de Huesca y próximo Jaca, fue durante cinco siglos el lugar de enterramiento de los reyes de Aragón, desde que Sancho Ramírez lo eligió como lugar para su eterno descanso, en el siglo XI.
La denominación del Boca del Mundo la recibe en un pasaje de Miguel de Unamuno, en referencia a la hendidura en la roca en la que se encuentra incrustado del cenobio primitivo. Un corte cuasi descomunal en una montaña de roca pelada, que parece estar aguantado para evitar su derrumbe por los muros traseros frente a los que está el claustro, avanzando en lo alto el peñasco sobre los techos de la construcción.
Tanto es así, este estar metido en la roca, que parte de sus estancias son curva excavada en ella, y otra parte está en riesgo permanente de desprendimiento, como es la zona de patio donde se encuentran, a modo de nichos, las lapidas con las inscripciones de los monarcas que allí reposan.
El monasterio de San Juan de la Peña, inicialmente ermita de San Juan Bautista, y regentado por monjes benedictinos, aparece en El Códice de Negro por ser el lugar donde se custodiaba el Cáliz de la Última Cena, el Santo Grial, que, conforme avanzaba la reconquista, pasó a Zaragoza y finalmente hasta donde hoy se dice conservado, la catedral de Valencia.
Wifredo tiene conocimiento de su existencia cuando un sarraceno, temeroso de perder la vida a manos de aquel tras una batalla, decide revelarle el secreto. El conde de Berga, que era sabedor del valor de la reliquia, desconocía la ubicación de La Boca del Mundo, lugar indicado por el infiel.
De vuelta al castillo, el conde se reúne con Leodovico y le comenta la existencia del Grial en un lugar con esa denominación tan curiosa, para ver si el juglar, que es hombre de mundo, supiera donde se encuentra. Éste lo sabe y se lo dice, pero la advierte que debe olvidar esa empresa, pues San Juan de la Peña y su reliquia se encuentran protegidos por los piadosos y al tiempo temidos Caballeros de Loarre. Famosos por no hacer prisioneros entre quienes se acercan a San Juan con otras intenciones que no sean las de un peregrino.
Tras la explicación de Leodovico sobre los métodos de batalla de los de Loarre, y dejarle de bien de manifiesto que nunca han perdido combate alguno, Wilfredo desiste de la idea de hacerse con el Cáliz.
Información de la imagen:
Tomada en San Juan de la Peña el 19 de agosto de 2007, desde la capilla principal del monasterio, hacia el patio de su característico y conocido claustro, que puede apreciarse al fondo de la imagen, a través de la puerta.
Cámara Canon EOS a 28mm – 1/30seg – f 3.5 – ISO 200 – 0.0ev
Procesada con PaintShop Pro X4 (14)
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martes, 28 de febrero de 2012
Efectivos de policía han estado interrogando a Raquel Imbernón
Tras las declaraciones de la señora Raquel Imbernón desmintiendo su implicación en el robo del desaparecido Códice Calixtinus, efectivos de policía se han personado en su domicilio para recabar información.
Según ha podido saber este medio, los efectivos, procedentes de La Coruña, han estado indagando sobre el conocimiento que la Sra. Imbernón pudiera tener el códice robado, aunque nada ha transcendido de lo indicado por ella, al estar decretado el secreto judicial de la investigación.
Así mismo la policía ha recabado información sobre El Códice Negro, pues aunque, en un principio, no afecta al caso, al tratarse de un códice también de incalculable valor, que se supone en paradero desconocido tras la intervención de Raquel, existiría, según los indicios que desprendan de esta primera toma de contacto, la posibilidad de que se pudiera abrir una investigación especifica al respecto.
Aunque según fuentes jurídicas consultadas, esta última hipótesis no deja de ser más que eso, una hipótesis, ya que hasta ahora nadie ha denunciado la desaparición, en ningún momento, de El Códice Negro, y tan solo existen las declaraciones a los medios de la Sra. Imbernón sobre su sustracción.
Nota. Esta entrada es ficción, Raquel Imbernón es un personaje de El Códice Negro.
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Según ha podido saber este medio, los efectivos, procedentes de La Coruña, han estado indagando sobre el conocimiento que la Sra. Imbernón pudiera tener el códice robado, aunque nada ha transcendido de lo indicado por ella, al estar decretado el secreto judicial de la investigación.
Así mismo la policía ha recabado información sobre El Códice Negro, pues aunque, en un principio, no afecta al caso, al tratarse de un códice también de incalculable valor, que se supone en paradero desconocido tras la intervención de Raquel, existiría, según los indicios que desprendan de esta primera toma de contacto, la posibilidad de que se pudiera abrir una investigación especifica al respecto.
Aunque según fuentes jurídicas consultadas, esta última hipótesis no deja de ser más que eso, una hipótesis, ya que hasta ahora nadie ha denunciado la desaparición, en ningún momento, de El Códice Negro, y tan solo existen las declaraciones a los medios de la Sra. Imbernón sobre su sustracción.
Nota. Esta entrada es ficción, Raquel Imbernón es un personaje de El Códice Negro.
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Raquel Imbernón asegura que no tuvo nada que ver en el robo de El Códice Calixtino
El robo de El Códice Calixtino sigue sin resolverse y parece que las pistas para los investigadores policíacos son más bien escasas, y se centran sobre todo en una trama interna para el cambio de titularidad del poder en la catedral de Santiago de Compostela.
Recientemente salió a la luz la historia de El Códice Negro, por unas declaraciones de Raquel Imbernón, por lo que, hace unos días y ante la falta de avances de los investigadores, ésta fue interpelada por algunos medios de comunicación que le preguntaron sobre su posible implicación en el robo de Compostela.
La Sra. Imbernón respondió que eso eran suposiciones sin fundamento, injurias, totalmente falso, y que de seguir en esa línea se deberían ver en los tribunales. Los periodistas, en aquella improvisada rueda de prensa, insistieron en que ella ya se había visto implicada en el robo de un códice milenario, por lo que ya tenía experiencia ¿por qué no el Calixtino?
Raquel aclaró que El Códice Negro no fue robado, sino tomado en préstamo por vías alternativas, tras aviso previo al archivero del obispado, Fray Perera, y de una entrevista con el propio obispo de la diócesis, y en todo caso siempre estuvo al cuidado de Xavier Ribas para su estudio e interpretación.
Llegados a este punto Raquel Imbernón dio por finalizada la entrevista y aplicando el famoso “...dientes, dientes...”, como se la puede ver en las fotográfias que acompañan a esta crónica, se marchó con una amplia sonrisa de oreja a oreja, y avisando que no concedería más entrevistas, pues de haber otro “interviú” sería en la sala de vistas de un juzgado.
Nota. Esta entrada es ficción, Raquel Imbernón es un personaje de El Códice Negro.
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Recientemente salió a la luz la historia de El Códice Negro, por unas declaraciones de Raquel Imbernón, por lo que, hace unos días y ante la falta de avances de los investigadores, ésta fue interpelada por algunos medios de comunicación que le preguntaron sobre su posible implicación en el robo de Compostela.
La Sra. Imbernón respondió que eso eran suposiciones sin fundamento, injurias, totalmente falso, y que de seguir en esa línea se deberían ver en los tribunales. Los periodistas, en aquella improvisada rueda de prensa, insistieron en que ella ya se había visto implicada en el robo de un códice milenario, por lo que ya tenía experiencia ¿por qué no el Calixtino?
Raquel aclaró que El Códice Negro no fue robado, sino tomado en préstamo por vías alternativas, tras aviso previo al archivero del obispado, Fray Perera, y de una entrevista con el propio obispo de la diócesis, y en todo caso siempre estuvo al cuidado de Xavier Ribas para su estudio e interpretación.
Llegados a este punto Raquel Imbernón dio por finalizada la entrevista y aplicando el famoso “...dientes, dientes...”, como se la puede ver en las fotográfias que acompañan a esta crónica, se marchó con una amplia sonrisa de oreja a oreja, y avisando que no concedería más entrevistas, pues de haber otro “interviú” sería en la sala de vistas de un juzgado.
- Candidatura do Povo llama a manifestarse el 3 de marzo para "enjuiciar" a los responsables de la desaparición del Códice
- Códice Calixtino Facsimil
Nota. Esta entrada es ficción, Raquel Imbernón es un personaje de El Códice Negro.
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lunes, 27 de febrero de 2012
El Códice Negro en el “Top Ten” de Amazon en Español
Gracias, Gracias, Gracias y más Gracias. El Códice Negro está en estos momentos en el “Top Ten” de Amazon Kindle en español en la categoría de “Acción y Aventura”, en la posición número 9.
Anímate con El Códice Negro, aventura, acción, suspense, emoción, intriga, historia…
Nuevamente un millón de Gracias, Jose
Anímate con El Códice Negro, aventura, acción, suspense, emoción, intriga, historia…
Nuevamente un millón de Gracias, Jose
sábado, 25 de febrero de 2012
La regla benedictina o el famoso “ora et labora”
La regla benedictina es la espina dorsal de la Orden de San Benito, fundada en el siglo VI por San Benito de Nursia. Fue la primera orden religiosa y sus fundamentos se mantuvieron inalterables hasta el siglo X en que se produjo la primera de sus reformas, la del Cluny. Y un siglo más tarde tuvo lugar otra gran reforma que sigue vigente hasta hoy, la Cisterciense.
La esencia la regla benedictina es el Ora et Labora, o lo que el mismo: Oración y Trabajo. Pero esta no es la única norma de la regla, pues esta es bastante más extensa y alcanza diversos ámbitos de la existencia. A saber:
Regula Sancti Benedicti
En El Códice Negro la Regla Benedictina es seguida por Fray Segundo, el fraile encargado de la Capítuloilla de San Ferrán en el Castillo de las Arenas, también Oliba, abad de Santa Maria de Ripoll por ser éste un monasterio de la orden. Leodovico es otro de los personajes que la conocen, y así mismo tiene referencia de los cambios introducidos en ella por San Benito de Aniano, como hace notar en una conversación con el ya referido abad, durante su vista al monasterio en busca de un remedio encargado por Fray Segundo para los males de doña Agnès.
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La esencia la regla benedictina es el Ora et Labora, o lo que el mismo: Oración y Trabajo. Pero esta no es la única norma de la regla, pues esta es bastante más extensa y alcanza diversos ámbitos de la existencia. A saber:
Regula Sancti Benedicti
- Capítulo I: De los diversos géneros de monjes.
- Capítulo II: De cuál debe ser el abad.
- Capítulo III: De cómo los monjes han de ser llamados a Consejo.
- Capítulo IV: De los instrumentos de las buenas obras.
- Capítulo V: De la obediencia.
- Capítulo VI: Del silencio.
- Capítulo VII: De la humildad.
- Capítulo VIII: De los oficios divinos por la noche.
- Capítulo IX: Cuántos salmos se han de decir en la hora de la noche.
- Capítulo X: Cómo debe celebrarse el oficio nocturno en tiempo de estío.
- Capítulo XI: Cómo se han de decir las Vigilias en los domingos.
- Capítulo XII: Cómo se han de celebrar Laudes.
- Capítulo XIII: Cómo se han de celebrar las Laudes en días feriales.
- Capítulo XIV: Cómo han de celebrarse las viligias en las fiestas de los santos.
- Capítulo XV: En qué tiempo se ha de decir Aleluya.
- Capítulo XVI: Cómo se han de celebrar los oficios divinos durante el día.
- Capítulo XVII: Cuántos salmos se han de decir cada hora del día.
- Capítulo XVIII: Con qué orden se han de decir los salmos.
- Capítulo XIX: Del modo del que se han de cantar.
- Capítulo XX: De la reverencia en la oración.
- Capítulo XXI: De los decanos del monasterio.
- Capítulo XXII Cómo se han de dormir los monjes.
- Capítulo XXIII: De la excomunión por las culpas.
- Capítulo XXIV: Qué modo se ha de guardar en la excomunión.
- Capítulo XXV: De las culpas más graves.
- Capítulo XXVI: De los que sin orden del abad se juntan con los excomulgados.
- Capítulo XXVII: De la solicitud con la que debe cuidar el abad de los excomulgados.
- Capítulo XXVIII: De los que muchas veces corregidos no se enmiendan.
- Capítulo XXIX: Si deben volverse a recibir a los monjes que han salido del monasterio.
- Capítulo XXX: Cómo han de ser corregidos los de menor edad.
- Capítulo XXXI: Del mayordomo del monasterio.
- Capítulo XXXII: De las herramientas y demás del monasterio.
- Capítulo XXXIII: Si deben los monjes tener alguna cosa propia.
- Capítulo XXXIV: Si todos deben recibir igualmente lo necesario.
- Capítulo XXXV: De los semaneros de cocina.
- Capítulo XXXVI: De los monjes enfermos.
- Capítulo XXXVII: De los viejos y de los niños.
- Capítulo XXXVIII: Del lector semanero.
- Capítulo XXXIX: De la tasa de la comida.
- Capítulo XL: De la tasa de la bebida.
- Capítulo XLI: A qué horas deben comer los monjes.
- Capítulo XLII: Que nadie hable después de completas.
- Capítulo XLIII: De los que llegan tarde al Oficio Divino o al Refectorio.
- Capítulo XLIV: Cómo han de satisfacer los excomulgados.
- Capítulo XLV: De los que yerran en el coro.
- Capítulo XLVI: De los que caen en otras cualesquiera faltas.
- Capítulo XLVII: Del que ha de hacer señal para el Oficio Divino.
- Capítulo XLVIII: Del trabajo de manos.
- Capítulo XLIX: De la observancia de la Cuaresma.
- Capítulo L: De los monjes que trabajan lejos del monasterio o van de camino.
- Capítulo LI: De los monjes que no van muy lejos.
- Capítulo LII: Del oratorio del monasterio.
- Capítulo LIII: Cómo se han de recibir a los huéspedes.
- Capítulo LIV: Que no debe el monje recibir cartas ni presentes.
- Capítulo LV: Del vestido y calzado de los monjes.
- Capítulo LVI: De la mesa del Abad.
- Capítulo LVII: De los artifices del monasterio.
- Capítulo LVIII: Del modo de recibir a los novicios.
- Capítulo LIX: Del modo de recibir los niños, así de nobles como de pobres.
- Capítulo LX: De los sacerdotes que quisieren ser monjes.
- Capítulo LXI: Cómo han de ser recibidos los monjes extranjeros.
- Capítulo LXII: De los sacerdotes del monasterio.
- Capítulo LXIII: Del orden de la comunidad.
- Capítulo LXIV: De la elección del abad.
- Capítulo LXV: Del prior del monasterio.
- Capítulo LXVI: Del portero del monasterio.
- Capítulo LXVII: De los monjes que van de camino.
- Capítulo LXVIII: Qué deben hacer los monjes si les mandan cosas imposibles.
- Capítulo LXIX: Que ninguno se atreva en el monasterio a defender a otro.
- Capítulo LXX: Que ninguno se atreva a castigar a otro.
- Capítulo LXXI: Que los monjes se obedezcan unos a otros.
- Capítulo LXXII: Del buen celo que deben tener los monjes.
- Capítulo LXXIII: Que no se incluye en esta Regla la práctica de todas las virtudes.
En El Códice Negro la Regla Benedictina es seguida por Fray Segundo, el fraile encargado de la Capítuloilla de San Ferrán en el Castillo de las Arenas, también Oliba, abad de Santa Maria de Ripoll por ser éste un monasterio de la orden. Leodovico es otro de los personajes que la conocen, y así mismo tiene referencia de los cambios introducidos en ella por San Benito de Aniano, como hace notar en una conversación con el ya referido abad, durante su vista al monasterio en busca de un remedio encargado por Fray Segundo para los males de doña Agnès.
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viernes, 24 de febrero de 2012
Languedoc. La tierra de Agnès de Carcassonne
El Languedoc es una región histórica de Francia, incluida en Occitania, que a su vez se desgajó de la provincia romana de Aquitania. Su territorio actualmente se encuentra dividido en los siguientes departamentos: Aude, Tarn, Alto Garona, Hérault, Gard, Lozere, Ardeche, y Alto Loira.
Históricamente ha sido un territorio muy unido a los Condados Catalanes, pues durante los siglos XI y XII el poder de los reyes de Francia estaba muy debilitado y limitado a las proximidades de París, con lo que las distintas regiones formaban sus alianzas particulares en función de sus intereses.
En el caso del Languedoc eran muy comunes las uniones matrimoniales como forma de alianza e influencia política, entre las familias de la nobleza de los Condados Catalanes y de los nobles del Languedoc, como podían ser de territorios como Narbona, Carcassonne, Montpellier, Tolosa, etc. A parte de los territorios históricos catalanes que han quedado al otro lado de los Pirineos. Lo que hizo que hubiera una gran interacción entre ambas regiones, hasta el punto de ser, años más tarde, vía de escape para cataros y templarios.
Hay un punto de inflexión en la historia de la relación del Laguedoc con los Condados Catalanes, es en 1258 con el Tratado de Corbeil entre el rey Luis IX de Francia y Jaime I el Conquistador rey de la Corona de Argón. Mediante este tratado Luis IX renuncia a sus derechos sobre los territorios de la Marca Hispánica, hay que recordar que hasta las incursiones de Almanzor los Condados habían rendido vasallaje a los reyes francos, al ser unos entes políticos "creados" por Carlo Magno. Mientras que por su parte el Jaime I renuncia sus derechos sobre diversos territorios de Occitania-Languedoc, que ostentaba como consecuencia de varios siglos de bodas y alianzas entre nobles fronterizos.
Este pacto nuevamente se sello con una boda, como era habitual en la época, y la hija de Jaime I, Elisabeth, se casó con Felipe, hijo de Luis IX, quien reinó como Felipe el Atrevido. Curiosamente, Luis era hijo de otra alianza franco-hispana, ya que su madre era Blanca de Castilla, hija de Alfonso VIII.
En El Códice Negro la esposa de Wifredo es originaria de esta región, Agnès de Carcassonne, es hija del señor de esa comarca, y está casada con el conde de Berga como parte de las múltiples alianzas que se tejían entre ambos territorios.
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Históricamente ha sido un territorio muy unido a los Condados Catalanes, pues durante los siglos XI y XII el poder de los reyes de Francia estaba muy debilitado y limitado a las proximidades de París, con lo que las distintas regiones formaban sus alianzas particulares en función de sus intereses.
En el caso del Languedoc eran muy comunes las uniones matrimoniales como forma de alianza e influencia política, entre las familias de la nobleza de los Condados Catalanes y de los nobles del Languedoc, como podían ser de territorios como Narbona, Carcassonne, Montpellier, Tolosa, etc. A parte de los territorios históricos catalanes que han quedado al otro lado de los Pirineos. Lo que hizo que hubiera una gran interacción entre ambas regiones, hasta el punto de ser, años más tarde, vía de escape para cataros y templarios.
Hay un punto de inflexión en la historia de la relación del Laguedoc con los Condados Catalanes, es en 1258 con el Tratado de Corbeil entre el rey Luis IX de Francia y Jaime I el Conquistador rey de la Corona de Argón. Mediante este tratado Luis IX renuncia a sus derechos sobre los territorios de la Marca Hispánica, hay que recordar que hasta las incursiones de Almanzor los Condados habían rendido vasallaje a los reyes francos, al ser unos entes políticos "creados" por Carlo Magno. Mientras que por su parte el Jaime I renuncia sus derechos sobre diversos territorios de Occitania-Languedoc, que ostentaba como consecuencia de varios siglos de bodas y alianzas entre nobles fronterizos.
Este pacto nuevamente se sello con una boda, como era habitual en la época, y la hija de Jaime I, Elisabeth, se casó con Felipe, hijo de Luis IX, quien reinó como Felipe el Atrevido. Curiosamente, Luis era hijo de otra alianza franco-hispana, ya que su madre era Blanca de Castilla, hija de Alfonso VIII.
En El Códice Negro la esposa de Wifredo es originaria de esta región, Agnès de Carcassonne, es hija del señor de esa comarca, y está casada con el conde de Berga como parte de las múltiples alianzas que se tejían entre ambos territorios.
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martes, 21 de febrero de 2012
Las castellanías o los ancestros de las comandancias de la Guardia Civil
Las castellanías fueron durante la edad media algo similar, salvando las distancias, a lo que hoy serían las capitanías o comandancias de la Guardia Civil, pues eran los territorios que se encontraban bajo el control y protección de un castillo.
Este castillo estaba bajo el mando de un señor, fuera o no noble, que había sido nombrado para su mando por titular de los territorios donde se asentaba, ya fuera este un rey, príncipe, duque, conde, marqués, obispo, cardenal… aunque siempre para poder edificar un castillo era precisa la autorización real.
Las castellanías tenían bajo su control entre 20 y 30 comunidades rurales, y en la unidad nobiliaria más básica, el condado, solía haber unas 10 castellanías. Inicialmente el titular del castillo era el castellano, aunque después esta denominación se aplicó a todos cuantos vivían en el castillo, y más tarde lo recibieron las comarcas de frontera con gran presencia de castillos con Castilla y Châtelaine con su derivación al castellano Cataluña.
El castillo se mantenía por las rentas que los habitantes de las aldeas que se encontraban bajo su protección pagaban a éste, en los plazos que el señor del castillo hubiera impuesto. Estos pagos periódicos, o impuesto obligatorio por protección militar, recibían el nombre de consuetudines, del latín consuetudo, o costumbre, usos y costumbres, era un pago por Derecho de costumbre.
Los consuetudines no eran recaudados directamente por el castellano, ni eran entregados en el castillo por los habitantes de la comarca, sino que para su cobro estaban los caballeros, que vivían en el castillo como fuerza militar para la protección del territorio pero que no cobraban nada del señor de éste, sino que iban a "comisión" del impuesto recaudado, lo cual les obligaba a estar siempre recorriendo el territorio, pues cada aldea lo paga en fecha distinta y distante.
En caso de conflicto bélico, si dentro de las murallas del castillo cabían los habitantes de los contornos, se refugiaban en su interior, y eran defendidos por los caballeros. Si por el contrario el castillo no era suficientemente grande los caballeros tenían la obligación de plantar batalla antes de que el enemigo se adentrara mucho en sus fronteras.
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Este castillo estaba bajo el mando de un señor, fuera o no noble, que había sido nombrado para su mando por titular de los territorios donde se asentaba, ya fuera este un rey, príncipe, duque, conde, marqués, obispo, cardenal… aunque siempre para poder edificar un castillo era precisa la autorización real.
Las castellanías tenían bajo su control entre 20 y 30 comunidades rurales, y en la unidad nobiliaria más básica, el condado, solía haber unas 10 castellanías. Inicialmente el titular del castillo era el castellano, aunque después esta denominación se aplicó a todos cuantos vivían en el castillo, y más tarde lo recibieron las comarcas de frontera con gran presencia de castillos con Castilla y Châtelaine con su derivación al castellano Cataluña.
El castillo se mantenía por las rentas que los habitantes de las aldeas que se encontraban bajo su protección pagaban a éste, en los plazos que el señor del castillo hubiera impuesto. Estos pagos periódicos, o impuesto obligatorio por protección militar, recibían el nombre de consuetudines, del latín consuetudo, o costumbre, usos y costumbres, era un pago por Derecho de costumbre.
Los consuetudines no eran recaudados directamente por el castellano, ni eran entregados en el castillo por los habitantes de la comarca, sino que para su cobro estaban los caballeros, que vivían en el castillo como fuerza militar para la protección del territorio pero que no cobraban nada del señor de éste, sino que iban a "comisión" del impuesto recaudado, lo cual les obligaba a estar siempre recorriendo el territorio, pues cada aldea lo paga en fecha distinta y distante.
En caso de conflicto bélico, si dentro de las murallas del castillo cabían los habitantes de los contornos, se refugiaban en su interior, y eran defendidos por los caballeros. Si por el contrario el castillo no era suficientemente grande los caballeros tenían la obligación de plantar batalla antes de que el enemigo se adentrara mucho en sus fronteras.
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