En estas fechas estivales ando con manos y ojo metidos en un abultado y sabroso texto del Ildefonso Falcones, como ya he dicho al principio, La Mano de Fátima, una historia que comienza en la Rebelión de las Alpujarras encabezada por Abén Humeya y sofocada por don Juan de Austria, el marqués de Mondejar y el marqués de los Vélez en tiempos de Felipe II.
Aunque lo que hoy me hace traer ese texto aquí, no por cuestiones estrictamente literarias y gustosísticas, sino por la actual actualidad y candente, que me ha hecho copiar un fragmento del texto para pegarlo aquí, y sé que el autor se dedica a la abogacía, con lo que si quiere que lo retire solo tiene que decírmelo.
Avanzada la cuarta centuria de páginas aparece:
“…Ya desde la época del emperador Carlos I, las finanzas de la monarquía se hallaban siempre en quiebra. Hacía cinco años que el reino había suspendido sus pagos; ni siquiera las inmensas fortunas en plata y oro que arribaban del Nuevo Mundo llegaban a cubrir los gastos de los ejércitos españoles, a los que se sumaban los descomunales costes de la lujosa corte borgoñona, cuyo protocolo había adoptado el emperador. España disponía de considerables materias primas de las que no se obtenía el debido provecho: la apreciada lana de oveja merina castellana se vendía sin manufacturar a comerciantes extranjeros, quienes la transformaban en paños que después revendían en España por diez o veinte veces el valor de coste que habían pagado. Lo mismo sucedía con el hierro, la seda y otras muchas materias primas; y el oro, por las guerras o el comercio, salía de España a espuertas. Los intereses que pagaba el rey a sus banqueros superaban el cuarenta por ciento, y las bulas e indulgencias que se vendían y con las que se financiaban tanto Roma como España no eran suficientes. Hidalgos, clero y numerosas ciudades no pechaban con los impuestos y todo el coste fiscal recaía en el campo, en los trabajadores y en los artesanos, lo que los empobrecía aún más e impedía el desarrollo del comercio, en un círculo vicioso de difícil solución…”
Un recorte que casi parece estar sacado de cualquier periódico de hoy, deuda, intereses, quiebra… del Estado; y nobles, militares, clero… todos sobre las espaldas de los pobres currantes; y recursos infrautilizados y malvendidos para después recomprarlos ya manufacturados…; y la Corte…
La Historia, la que se escribe con mayúsculas, tiene la costumbre de repetirse, y aquí estamos, casi seis siglos después, en casi las mismas circunstancias y situaciones ¡Qué poco hemos cambiado!.
Bueno, cuando termine La Mano de Fátima, para lo que no falta mucho, pues está interesantísima, ya contaré más, específicamente de ella.
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