De los trovadores del Pirineo a las lágrimas de los replicantes en el undécimo mes
La acción de la película Balde Runner, del director Ridley Scott, trascurre durante noviembre de 2019. En esa época, por entonces futura, habría coches voladores, replicantes, viajes estelares y un largo de etcétera de futuribles que como podemos comprobar hoy, no sean han hecho realidad, e incluso están muy lejos de que se puedan llegar a ver.Aunque eso, esa falta de “precisión” en el futuro de 2019, no le quita un ápice de interés a la historia que se cuenta en Blade Runner. Cada día que se vuelve a ver continua estando tan “fresca”, tan expectante, sigue atrayendo como en el mismo día de su estreno, o tal vez más, ya que cuando se presentó al mundo era una expectativa y ahora es un mito cinematográfico.
En el caso de El Códice Negro, y dejando al margen las comparaciones que están a años luz, más allá de Orión; la historia que se presenta en él también transcurre en noviembre, aunque con una diferencia nueve cientos ochenta y cuatro años, Wilfredo andaba por el mundo en 1035. Estando ahí una de las diferencias con Blade Runner, que es posible coger cualquier libro de historia que trate ese periodo histórico y geográfico en la Península, y buena parte de los hechos que envuelven la narración se pueden encontrar en ellos.
Así que, si puedes prescindir de los rayos C, de la bioingenieria que fabrica replicantes, de la Puerta de Tannhäuser… pero ansias la aventura, la intriga, el misterio, la historia, entonces El Códice Negro es una buena elección, para degustar mientras pasan de las calendas de noviembre…
Ah, y en cuanto a la música, pues ahí ya puedes poner la que más te guste, Vangelis, o cualquier otra con la que te sientas bien para leer.
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