En Piratas, de
Alberto
Vázquez-Figueroa, se cuenta la historia de un “cazador de perlas” del Caribe
español, allá por el siglo XVI, que obligado por las personas y las
circunstancias termina siendo el temido capitán pirata Jacaré Jack,
originariamente un pirata escocés, que se retira dejando su puesto, su barco y
su nombre joven español.
Es una novela de aventuras trepidante, emocionante, con acción a raudales,
abordajes, tesoros, islas exóticas, cantinas atestadas se gente de dudosa
reputación y más dudosa moral, cañoneos entre barcos, romance… y un final
conmovedor, que no deja indiferente.
Otros cinematográficos capitanes de navío pirata que surcan el Caribe en las
pantallas de cine, quedan como simples aficionados del genero, cuando se les
contrasta con el capitán Jacaré Jack, que sin necesidad me magia es capaz de
transportarnos a la cubierta de su
jabeque y hacernos sentir el sabor de la sal reseca sobre los sabios.
Tengo una anécdota de cuando leí esta novela, entonces me emocionó, y ahora lo
sigue haciendo, con todo el bello de punta estoy. Estaba por aquel entones en
Tenerife, y mi libro de “cabecera” para las tardes, entre la comida y la vuelta
al trabajo, era
Piratas,
antes que él su lugar lo ocupó el protagonizado por Catalina Barrancas, también
de Vázquez-Figueroa, y le sucedió
Iacobus de Matilde Asensi, pero a lo que iba.
Final de la
playa de Los Cristianos, en el sestero de una día de abril, en el paseo
marítimo, en un banco bajo una amplia palmera, en las proximidades del hotel
Gran Arona, ante mi la playa y más allá el Atlántico extendiéndose hasta el
horizonte. Pasaba con avidez las páginas, pues se encontraban rebosantes de
emoción, el capitán Jacaré Jack estaba siendo perseguido por otro pirata,
despiadado, muy malo y con un barco más grande y con más cañones. La típica
música de las películas de piratas, en un momento así, sonaba en mi cabeza.
Tenía los ojos secos de no parpadear para no perderme nada, por lo que levante
la vista del libro para estirarla en el horizonte.
Tras el monte-acantilado que cierra la pequeña bahía de Los Cristianos, por la
izquierda mirando hacia el mar, de repente, comenzó a aparecer un foque, y tras
él, el resto del barco. Era una
goleta de
palos y un solo puente. Con todas las velas preñadas, partiendo las olas con la
proa, más bien clavándola en ellas, pues el mar andaba un poco revuelto.
Increíble, pero no quedo ahí.
Apenas segundos más tarde, ¡otro barco!. Era más grande, tres palos, con buena
parte de las velas al viento y seguía largando trapo. Su proa se hundía aún más
que la del otro en el agua, la mura parecía quedar al nivel de las olas. Iba
tras el primero y acercándose.
En ambos se veía a los tripulantes, pequeñitos, deambulando por cubierta, y
algunos en las gavias. Con las muras ajedrezadas por lo cuadros de los portones
donde deberían ir los cañones, que nunca se levantaron, nunca mostraron sus
bocas y nunca lanzaron con estruendo bocanadas de humo y fuego. Los dos barcos
se pusieron a la par, solo se veía un casco y cinco mástiles.
Cuando todo hacía presagiar que se lanzarían los garfios, se oiría un lacónico
grito llamando “al abordaje” y rugirían los cañones… el pequeño enfilo hacia
tierra, hacia el puerto de Los Cristianos, y el segundo puso rumbo mar adentro.
Su presencia fue espectacular, las sensaciones tremendas, y como dije al
principio, aún hoy, años más tarde, su recuerdo me emociona como en aquel mismo
instante.
Si todavía no has leído Piratas,
te la recomiendo, es una novela como hay pocas, y si ya la has leído,
entonces es muy posible que te guste El Códice Negro, así que no lo dejes pasar
y comienza esta nueva lectura.
Y por último, como ni soy afiliado de La Casa del Libro, ni tampoco tengo
autorización expresa de la editorial ni el autor para poner esta reseña, antes
de sablearme con requerimientos y demandas varias, tan solo un correo
electrónico basta para que la borre del blog de El Códice Negro.
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Yo la leí en su día y no me dejó indiferente. Tambiésn es sabido que Vázquez-Figueroa es un excelente narrador y cualquier relato ubicado en el Caribe en los años del esplendor de la piratería tiene que ser por fuerza bueno si la trama es medianamente solvente.
ResponderEliminarUn saludazo.
Descubrí a Vázquez Figueroa por una amiga en México, ya leí algunos de sus libros, pero no se consiguen fácilmente pues ya no los editan. Ahora estoy leyendo León Bocanegra, con el mismo sabor de la aventura...
ResponderEliminarUn abrazo