sábado, 23 de junio de 2012

De Lotario a Capeto y el fin del vasallaje de los Condados de la mano de Borrell II de Barcelona

Ya se vislumbraban por el horizonte los cuatro dígitos de año 1000, fecha fatídica para sus coetáneos, cuando en clara señal de su nefasto significado, Barcelona fue arrasada por Abu Amir Muhammad ben Abi Amir al-Ma afirí o el Victorioso por Alá, como se referían a él los musulmanes, por su concatenación de victorias y humillaciones a la que sometió a los reinos cristianos, donde se le conocía simplemente como Almanzor.

La destrucción de la ciudad tuvo lugar en el 985, época convulsa en la Francia occidentalis con guerra exteriores por el control del Verdún y Lorera contra el Sacro Imperio; sublevaciones internas en Flandes, Normandía, Aquitania, Bretaña, Gothia… Hugo Capeto nombrado duque de los francos; la Iglesia conspirando a uno y otro lado; y las intrigas por el poder que lo enmarañaban todo entre carolingios, otonianos, robertinos y los “recién llegados” Capetos. Con todo ese marasmo de conflictos abiertos el rey Lotario no puedo prestar ayuda a Borrell cuando éste se la solicitó ante el previsible ataque de Abu Amir Muhammad ben Abi Amir al-Ma afirí.

Lotario murió entre las intrigas palaciegas y las enfermedades, que también le atacaban en el 986, el 2 de marzo. Le sucedió su único hijo, el último carolingio, Luis V de Francia, también llamado el Insufrible, aunque también podría haber recibido el apelativo de “El Breve”, ya que su reinado tan solo duró un año, al fallecer en un supuesto accidente montando a caballo.

La temprana muerte de Luis llevó a la coronación, ese mismo año 987, de Hugo Capeto, duque de los francos, como rey de la Francia occidentalis. El nuevo rey mandó llamar a todos los señores de los territorios que componían sus descompuestos dominios para que le rindieran vasallaje como nuevo rey, y fue entonces, en el 988, cuando el conde Borrell de Barcelona, entre otros, no asistió a aquel llamamiento.

Esta ausencia consumó la separación de los Condados Catalanes, o condados de la Marca Hispánica, se independizaron de los reyes de Francia. Aunque esta “separación” no fue bien digerida por los soberanos francos, lo que llevó a la posterior unión de los Condados con el Reino de Aragón, en 1137 con le matrimonio de Petronia y Berenguer, pero no fue hasta 1258, cuando se firmó el Tratado de Corbell, entre Jaime I el Conquistador por parte de la Corona de Aragón y San Luis como rey de Francia, que quedaron zanjadas las cuestiones ultramontanas con la renuncia del primero a sus derechos sobre Occitania, y del segundo sobre los Condados de la Marca, o eso parecía, que la cosa quedaba ahí.

La pérdida de la Marca Hispánica seguía siendo una “espinita” clavada en los gobernantes de Francia, por lo que siglos más tarde retomaron la cuestión, que entró como botín de guerra en el Tratado de los Pirineos de 7 de noviembre 1659, por el que, según firmaron Luis de Haro por España y el cardenal Mazarino por Francia, poniendo fin a la Guerra de los Treinta Años, la Cerdeña pasaba a ser posesión de los reyes de franceses, quedando la frontera ya como es hoy, en el cabo de Creus.

Bueno, luego vino un tal Napoleón, ídolo en todos los psiquiátricos, quien pensó: por qué añorar la Marca cuando podía quedarse con toda la Península. Pero eso ya es otra historia…

Información fotografía:
Detalle de Cadaqués, anochecer entre la iglesia y el mar, en los confines próximos al cabo de Creus
Cámara Pentax 35mm 1/8s f2.6 0.00 ev ISO 100



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